
En Elternativa queremos fomentar tanto la importancia del valor de los datos, como la necesidad de que éstos cumplan con los propósitos planteados en los 17 ODS que desde la ONU nos marcan para un planeta más eficiente e igualitario. Es por ello por lo que, con motivo de días señalados, abordamos uno de los objetivos de desarrollo sostenible y lo vinculamos a la actividad de la extracción de información a través de los datos. Esta semana es el turno del objetivo 15: vida de ecosistemas terrestres.
Objetivo 15: vida de ecosistemas terrestres
La importancia de cada uno de los 17 ODS es máxima en cuanto aseguran una vida sostenible y paritaria. Para ello, cada uno de nosotros como individuos debemos ser capaces de respetar y proteger el entorno. Un entorno que no debe basarse en artificios, sino que nos viene dado y es sustento del equilibrio natural.
El respeto a la vida de los ecosistemas terrestres y la mejora del entorno luchando contra la pérdida de biodiversidad y degradación del territorio son los factores que abordan el quinceavo ODS, y que hemos querido desarrollar con motivo del Día Mundial de la Diversidad Biológica.
Los datos no nos son nada favorables al respecto:
- La actividad humana ha alterado casi el 75% de la superficie terrestre.
- Alrededor de un millón de especies de animales y plantas se encuentran en estado de peligro de extinción.
- Desde 1990 unos 420 millones de hectáreas de árboles han desaparecido por talas para el cambio de usos del suelo.
- El 52% de la tierra utilizada para la agricultura se ve moderada o severamente afectada por la degradación del suelo.
- 12 millones de hectáreas se desertifican cada año.
Cómo ayuda la gestión de los datos a la mejora de la vida de ecosistemas terrestres
Hay un hecho que ya podemos constatar desde este mismo artículo: sin datos precisos, exactos y veraces, no podemos ser conscientes de una realidad biodiversa que ha pasado de la teoría a la práctica no por la convicción de toda la comunidad, sino por la urgencia de llevar a cabo las medidas que la protejan, incluso con el freno de administraciones y empresas que aun no ven en la responsabilidad social mas que una práctica publicitaria o una cuestión ideológica.
Por ello, recopilar, verificar y difundir datos como los expuestos ayudan a un primer paso que ya deberíamos haber abordado hace décadas: el de la concienciación. No reducimos el consumo de plásticos o reciclamos papel por razones económicas, de conciencia o greenwashing: reducimos el consumo de plástico porque sabemos y somos conscientes de que una botella de plástico puede tardar 500 años en biodegradarse; y reciclamos el papel porque cada individuo gasta de media 48 kilos al año, siendo 58 los kilos que produce un árbol maderero medio (el roble y el arce frecuentemente).
Sin esta información y su difusión, el reciclaje o la reducción de consumo de bienes de un solo uso o finitos, no estarían en el punto de mira, quedando como opciones de vida más que como acciones urgentes para la mejora del ecosistema.
Los datos (de calidad) no se recopilan para debatir sobre ellos: muestran la realidad tal como es, ya que nacen de esa misma realidad. Por ello, cuanto más se exponga esta realidad y no la que nos interesa o la que queremos ver, más medios y más facilidades tendremos para mejorarla, en este caso, en pro de un ecosistema más sostenible y mejor conservado.
La tecnología: clave para la consecución del decimoquinto ODS
¿Y de dónde provienen la información que nos indican que algo no estamos haciendo bien en cuanto a la conservación del medio? Los datos de calidad, para que puedan llegar a su público limpios y depurados, requieren que se intervengan desde el comienzo de su ciclo, es decir, desde el mismo momento que el dato se introduce en las bases.
Para ello, es vital que el sistema mediante el cual se recolecta, sea igual de preciso que se pretende sea la información que ofrezca: no ofrece el mismo grado de exactitud y veracidad una estación meteorológica destinada a ofrecer datos sobre las condiciones climáticas de un punto clave como sería una cumbre montañosa, que un termómetro clásico por mucho que lo coloquemos en el mismo lugar.
Este ejemplo puede sonar a evidencia o incluso frivolidad, pero es clarificador en cuanto a medida que la tecnología ha avanzado, ésta se puede poner al servicio de cualquier fin, y ese fin debe ser en estos instantes el bien común, que pasa por mejorar las condiciones de nuestros ecosistemas.
Inteligencia artificial, gestión del big data, modelos predictivos…. Son metodologías clave para no solo conocer con precisión nuestra realidad, sino también a dónde nos lleva no cambiar nuestros hábitos, y gracias a esta información, difundir las consecuencias para crear conciencia.
Gracias a estas tecnologías no solo sabemos que X punto está a X grados, sino que ese mismo punto hace tan solo un par de años estaba a X grados menos en el mismo periodo de tiempo, y que de seguir tendencias actuales, podríamos encontrarnos que pasados 10 años, se marquen X grados más. Lo que es lo mismo: la tecnología nos ayuda a despejar esa X, convertir la incertidumbre en exactitud, la misma que nos indica que la temperatura media del planeta sube 0,14 °C por década.
Por otra parte no estamos hablando de una cuestión aislada, sino de un problema global, que por tanto se debe abordar de forma colaborativa: que la información que se maneja sobre X evento en X país, se comparta con científicos, biólogos, ingenieros, etc., que puedan trabajar con esos datos para sus mejoras. En definitiva, que la información sobre el cambio climático, sea universal y que las plataformas que las sustentan, se nutran del mayor número de fuentes posibles.
Tecnologías que ayudan a cumplir con el ODS 15
¿Y qué tecnologías podemos destacar a 2022 como producto de todo lo anterior: de disponer de información precisa, actualizada, contrastada, veraz y útil para mejorar los ecosistemas? Vemos un excelente ejemplo en cómo se trabaja para una agricultura cada vez más sostenible.
Somos un planeta que se encamina hacia los 8.000 millones de habitantes, con unas demandas nutricionales que requieren de cada vez mayores superficies para el cultivo. Este hecho tiene como consecuencia, por ejemplo, que en el caso del cultivo de soja, se haya pasado de una producción de entre 20 y 30 millones de toneladas de soja al año en todo el mundo según datos de la década de 1960, a los 350 millones de toneladas que se produjeron en 2021.
Para poder dar cabida a toda esta producción, el país que más cultivos de soja ofrece, Brasil, acude a la práctica de incendios controlados para despejar zonas boscosas y que se pueda cultivar en ella, aumentando esta práctica hasta un 84% en 2019.
¿Cómo puede actuar la comunidad científica en pro de reducir tal deforestación sin que la producción se vea afectada? Los avances en biotecnología de las últimas décadas permiten los “cultivos mejorados”: variedades de semillas que no solo sean tolerantes a las cada vez más frecuentes alternancias entre inundaciones y sequías, sino que también sean capaces de producir mayor cantidad, todo sin que las alteraciones supongan problemas sanitarios o empobrezcan la calidad del producto.
Este mismo conocimiento compartido sirve en el caso de las reducciones de CO2, el uso de energías limpias, el control de la emisión de gases de efecto invernadero… Conocimiento que desarrollado de forma individual, por un único equipo, requiere grandes cantidades económicas y tiempo de desarrollo que, sin embargo, mediante el compartido de información y la colaboración en línea, se reducen notablemente.
Con los medios pero, sobre todo, con la voluntad para ello, podemos poner el conocimiento global al servicio del bien común, es decir, los datos para mejorar el ecosistema terrestre.
Feliz Día Mundial de la Diversidad Biológica.